“Para dominar el futuro, uno tiene que controlar el presente.”
Contrafuegos: reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal, Pierre Bourdieu, 2000
«La Vida instantánea» (Instant Life) es una idea desarrollada por el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman en su obra “Modernidad Líquida” publicada en el año 2000. Bauman vino construyendo el concepto de “modernidad sólida y líquida” hasta su fallecimiento en 2017, siendo uno de los pensadores más brillantes del siglo XXI. Para él el individuo no ansía liberarse hoy día de nada sino más bien someterse a las estructuras de la sociedad en la que se inscribe. Nuestra identidad se construye siempre en referencia “al otro”, a la aceptación del otro en las redes sociales a través de los likes por ejemplo, y a la acumulación adictiva de bienes de consumo. Todo ello nos aboca a una sensación de frustración e inconclusión sin solución aparente. El individuo hedonista y narcisista que plantea Gilles Lipovetsky en “La era del vacío” (1983) se mira en el espejo donde ve reflejado a un ciudadano poco desprendido con sus semejantes, donde la filantropía, la solidaridad, y la empatía brillan por su ausencia en favor del “hiperindividualismo”.
Otro de los fenómenos a la orden del día es la procrastinación, es decir, el aplazamiento voluntario de tareas, deberes o responsabilidades por otras que nos producen un efecto gratificante instantáneo, fácil, e irrelevante: es mejor ser novios eternos que esposos, eternizarse en casa de los padres que emanciparse, perfeccionarse a uno mismo que tener hijos. Sin duda, que la creciente precariedad económica y laboral de los jóvenes provoca estos efectos, pero no siempre, y en todo caso resulta una excelente excusa para procrastinar.
La vida se ha convertido en un software en vez de un hardware: el nomadismo, la precariedad, la incertidumbre. Siempre esperando con ansiedad la siguiente “release”, la siguiente “versión” del programa de nuestras vidas. La vida instantánea que vivimos rechaza el largoplacismo, porque nada dura ya: ni el puesto de trabajo, ni la pareja, ni el suéter de Zara. Las personas llegan al punto de preferir no involucrarse demasiado en las relaciones humanas. ¿Para qué abrirme y exponerme cuando la relación sentimental o de amistad tiene fecha de caducidad? Es invertir tiempo y esfuerzo para nada. En cambio, se vive al día: una suerte de carpe diem extremo. Como el propio Woody Allen afirma, “no quiero alcanzar la inmortalidad gracias a mi obra, quiero alcanzarla no muriéndome”, y ello alcanza a la “experiencia inmortal” del selfie de las redes sociales, esa especie de sacralización del aquí y el ahora, el “yo estuve allí” que generan estas “fotografías conversacionales” -siguiendo a Joan Fontcuberta– con las que nos comunicamos fluida y desmaterializadamente.
En este proyecto expositivo el comisario da carta blanca a un puñado de artistas que cada uno seleccione una única pieza de su corpus artístico que, según su criterio, desarrolle o niegue el concepto de “vida instantánea”, y lo hace además intencionadamente con tan solo dos meses de antelación a la inauguración de la exposición. Reivindica así la impulsividad y una manera de hacer “arte rápido” (fast art), buscando reflejar lo líquido de nuestra vida actual: la instantaneidad, el cambio constante, la transitoriedad, la no-planificación, lo efímero y la inmediatez, lo impulsivo versus lo reflexivo, lo visceral versus lo racional.
Artistas participantes: Alfonso Almendros, Mira Bernabeu, Matías Costa, Iñaki Domingo, Mendia Echeverria, Sandra Paula Fernández, Joan Fontcuberta, Fernando Maselli.
Comisariada por Juan Curto
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Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte de España.